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La nueva edición del GP de España comienza con la apertura a concurso del cartel anunciador de la carrera. La Sociedad de Artistas GU será quien coordine y asesore a la Comisión Deportiva. Se han presentado ochenta y dos trabajos provenientes de todo el estado y muchos corresponden a artistas de reputada nombradía. El jurado ha fallado a favor del cartel “Dardo” de los autores Máximo Viejo Santamarta y Javier Gómez Acebo

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El telégrafo principia la recepción de signos provenientes de Zschopau, cuartel general de Auto Union. Envían los bólidos de Stuck, Varzi, Pietsch y Rosemeyer. El cablegrama prosigue perforando la cinta para dar aviso que llegará al puerto de Pasajes un buque con carburante especial proveniente de Untertürkheim para los Mercedes Benz, cuyos técnicos se adelantan a la expedición con el fin de inspeccionar el recorrido

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Un Grand Prix sin Bugatti no es un Grand Prix, y menos en San Sebastián, donde tantos triunfos cosechó el hombre de las mil y una bimbas. Hablamos de la única marca que ha estado presente las once ediciones del Circuito. El prestigio de la écurie de Molsheim queda en manos de Wimille y Robert Benoist, un viejo conocido en esta cinta por su bagaje con nueve participaciones, una victoria, tres segundos puestos y un tercero

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Las tribunas animadas cuan de carrera oficial se tratase presencian perplejos la disciplina germana en los movimientos sincronizados de los hombres de Mercedes Benz y Auto Unión trabajando al unísono. La competencia de ambas marcas raya la tiranía. Sus cronometradores y pilotos se saludan, pero no se buscan. Alguien cercano a ellos dice que Hitler premia colosalmente a los ganadores. Y ambas marcas ponen a contribución un esfuerzo magnífico

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Todos cabalgan sobre la pista en la segunda jornada de entrenamientos: Wimille, Brauschistch, Pietsch, Siena, Chiron, Caracciola, Fagioli, Benoist… En último lugar parte Nuvolari con el reluciente ocho cilindros colorado. Esto parece un pacto en el que las monturas no se fustigan, por lo que la decepción se apodera de los concurrentes

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Anteponiendo la eficacia y agilidad de esta báscula de la Fábrica de Hilados Brunet a la espectacularidad del muelle del puerto y plaza de Oquendo donostiarras, se procede al pesaje y verificaciones de los racers, iniciándose las operaciones con el Auto Union de Hans Stuck. Los bólidos quedarán desprovistos de neumáticos y con los tanques de esencia y lubricantes desocupados, debiendo pesar menos de 750 kgs, según lo estipula la A.I.A.C.R.

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Se calculan veinte mil autos aparcados en los numerosos garajes del circuito y, según comunica la estación del ferrocarril del Norte, se han vendido 21.819 billetes de tren entre Vitoria e Irún. Hay que llegar como sea, en tren, tranvía, autocar, taxi, automóvil, motocicleta, bicicleta o demás trastos de veloz rodaje. Y sobre todo andando por unos caminos a semejanza de verdaderos ríos humanos

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Retratistas y cameramans se despachan a gusto impresionando aspectos variopintos durante los preliminares de la carrera mientras mecánicos y técnicos derrochan ingenio hasta dejar los autos a punto

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Se procede a otra iniciativa en la dilatada historia de este circuito. Los pilotos son convocados frente a la tribuna de autoridades con el fin de efectuar sus presentaciones acompasadas por los pertinentes himnos del país de las respectivas marcas. Por lo tanto sonarán La Marsellesa (Bugatti), la Faccetta Nera italiana (Alfa Romeo y Maserati) y el Deutchland uber alles germano (Mercedes Benz y Auto Union)

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Por los altavoces se entona el “Deutchland uber alles”. Hans Stuck, Achille Varzi, Bern Rosemeyer, Luigi Fagioli, Manfred von Brauschistch y Rudolf Caracciola durante la presentación en tribunas aúnan sus fuerzas en nombre de la industria más potente del automovilismo. En unos minutos, a la señal del starter, habrá dos bandos sin compasión: Auto Union contra Mercedes Benz y viceversa

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Los autos en parrilla de salida por orden de numeración. Trepidan los motores y los drivers afianzan sus gafas mostrando sus dentaduras, dignas de un anuncio de dentífrico. Por sus muecas uno no sabe si sonríen o rechinan los dientes. El ambiente está cargado, hay expectación y ruido, mucho ruido. El starter agita la bandera. Salida sensacional, perfecta, especialmente para Rosemeyer, al que le llaman “el enamorado de la muerte”

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Her doktor Porsche autoriza a Varzi a exigir sin condiciones al Auto Union que carbura con dificultad: ¡o revienta o la gloria! Récord en la vuelta ocho y en la nueve. A no ser por su experiencia, cualquiera dudaría de su serenidad. Una mancha blanca que apenas se distingue el dorsal contornea la cinta con exquisita perfección. 5’58”6/10 marca el italiano su tercer récord consecutivo ¡173,83 km/h!

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Los teutones, y en especial los de Untertürkheim, se mueven a toque de cornetín. Cada uno tiene su misión y nadie se estorba. Cada segundo malgastado podría caer como una losa a Brauschistch después de recibir las órdenes de atacar, una vez asegurados los dos primeros puestos por parte de Mercedes

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He aquí el mártir de la tecnología germana. El eterno segundón de la temporada se ve obligado a sofrenar sus ímpetus atendiendo las órdenes del director. Para demostrar su fortaleza, Luigi Fagioli se revela en el último tercio, momento en que herr doktor Neubauer sale a la carretera haciéndole señas de que contenga los nervios y deje de inquietar a Rudolf Caracciola

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Dos batallas se han librado en la cinta que rodea al Buruntza. La primera entre los arios y el resto del mundo. La segunda ha cortado Neubauer de raíz al comprobar el ataque de Fagioli a su coequipier Caracciola. Pero esta carrera quedará en el recuerdo por la escandalosa concurrencia. Más de ciento cincuenta mil almas abandonan estas campas después de haber vibrado en un espectáculo de verdadera fantasía durante tres horas

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El éxito del Gran Premio de España es inigualable. Sin industria automovilística, sin medios económicos, salvo las sempiternas limosnas, y con una afición y deportivismo inconmensurables, Gipuzkoa se ha hecho un espacio en un lugar de honor con esta organización. El banco experimental de Lasarte ha vivido uno de los alicientes del progreso, la velocidad, una de las locuras místicas del deporte para muchos, pero locura utilitaria de evidente beneficio para la humanidad